Por Melina Valázquez
Argentina estaba en una
crisis política, económica y social tras la última dictadura militar
y la Guerra de Malvinas. Mientras tanto, a nivel deportivo, el vóley argentino le daba una gran
felicidad al país y a los fanáticos de este deporte gracias a una generación de jugadores que hizo historia.
El Seleccionado dirigido
por el surcoreano Young Wan Sohn y capitaneado por Daniel Castellani, se
enfrentaba a un gran sueño. El plantel estaba conformado por muchos jóvenes de
menos de 20 año, y fueron ellos quienes sembraron la semilla para que el fruto
sea a lo grande y la historia del vóley,
un deporte que en aquel momento no era tan popular, empiece a ser visto por muchos más argentinos.
La preparación incluyó dos
extensas giras. La primea fue de 64 días y 36 partidos en Brasil y Europa; la
segunda, de 49 días repartidos en Japón, Corea del Sur y China. Finalmente, el gran sueño comenzó el 2 de octubre de 1982. Muchos no le
tenían fe a esta Selección, teniendo en cuenta que en el anterior Mundial había terminado en el puesto 22° (peor ubicación en la historia de este deporte). Pero estos
muchachos no eran los mismos, y la gente eligió creer en ellos desde el inicio mismo de la Copa del Mundo, a pesar que los
resultados de la gira no habían sido buenos. Argentina explotó de público los estadios, porque el hincha es así: aunque no se sienta del todo
identificado por el equipo el aliento no falta cuando se presenta la albiceleste.
Uno de los pilares de esa
época, el armador Waldo Kantor alguna vez declaró: “Muchos no entendían de qué se trataba el vóley y nos
puteaban y quizás estábamos ganando 10-8”.
Con el segundo puesto en
la zona, el combinado avanzó a la siguiente fase y quedó encuadrado en el grupo
W, cuya sede fue el Luna Park. Nada era fácil para el equipo de Sohn, pero la
suerte (y el buen juego) estuvo de su lado en las victorias ante Corea del Sur, Canadá,
Alemania Oriental y China. Así llegó a semifinales. Se venía la Unión
Soviética, un gran equipo, invicto y favorito para ser el campeón. Y así fue,
demasiado rival para Argentina, que fue derrotada.
Aunque no todo estaba perdido ya que se iba a disputar el tercer puesto por el valioso bronce.
El gran encuentro fue en
el Luna Park, el 15 de octubre, un viernes nervioso. Unas 15 mil personas (algunas se quedaron afuera) fueron a alentar y a cantar contra la Junta Militar.
Era un partido soñado, así lo manifestó Hugo Conte. “Veníamos de perder y perder pero Sohn nos dijo que a pesar de las derrotas había que seguir trabajando, que éramos jóvenes y que al Mundial íbamos a llegar bien”, expresó. Así fue, esa generación de chicos se iba a disputar el partido de su vida por una medalla. En un extraordinario encuentro, Argentina se impuso por 3-o (16-14, 16-14 y 15,11) para colgarse la medalla y dar el puntapié inicial de una “Generación de bronce.
La Selección Argentina en los siguientes años siguió buscando llevar la bandera a lo más alto y fue en 1988, en los Juegos Olímpicos de Seúl, en la capital de Corea del Sur, que un grupo de argentinos se volvió a convertir en leyenda y consiguió la medalla olímpica de bronce para la Argentina. El partido fue frente a Brasil, al que supero por 3-2. Esta historia siguió y Argentina sumó su segundo bronce en unos Juegos Olímpicos, esta vez en Tokio 2020 3l año pasado. Fue también frente a Brasil y por idéntico resultado.
Este año, el 15 de octubre se cumplirán 40 años del primer logro importante del vóley argentino, ese día nació una Generación de Bronce.
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