JUGUÉ EN EL CAMP NOU Y ES UNA EXPERIENCIA QUE NO VOY A OLVIDAR

Por Matías Zampini

BARCELONA, España.- Soy periodista deportivo recibido en el Instituto Crónica. Si la memoria no me falla, soy de la camada que se recibió en diciembre de 2014. Estoy casi seguro, nadie se olvida las cosas que pasaron en un año de Mundial, y menos de ese Mundial en el que Argentina llegó a la final en Brasil. Trabajé en el canal Deportv, durante más de un año, cumpliendo sueños prácticamente a diario (estoy exagerando, obvio). Primero fui asistente de producción y luego pasé a ser cronista.

Actualmente no me dedico de lleno al periodismo, colaboro con notas para la web y revista de Cultura Redonda (www.culturaredonda.com.ar) y también hago las veces de editor. Esto de estar alejado del periodismo tiene que ver con que hace 3 años estoy viviendo en Barcelona, por decisión personal (junto con mi esposa), y acá si no hablás catalán es bastante difícil hacerte lugar en los medios.

Pero bueno, no todo es malo. Acá tenemos a Messi, vivo en el mismo pueblo, Castelldefels, y hasta me lo crucé en la calle. Y hace poco tuve la suerte de jugar un partido en el Camp Nou, si en el mismísimo Camp Nou. Siendo sincero no fue cumplir un sueño, porque hasta ese mismo día era algo que nunca había imaginado. Tal vez si pisar el césped de uno de los estadios más importantes del mundo, pero nunca el de jugar un partido.

Dudé un poco, porque el club abrió cupos para anotarse y, pago mediante, poder ser parte de uno de los equipos que pisaría el césped de uno de los templos del fútbol mundial. Lo hablé con un amigo, ni siquiera me preguntó cuánto había que pagar, me dijo "Ahí juega Messi cada 15 días, jugó Maradona, Rivaldo, Ronaldinho, lo que pagues va a estar bien".
Y la verdad que tenía razón, es una experiencia tan inmensa que no tiene un valor justo.

Por cuestiones sanitarias no pudimos usar los vestuarios, pero ya con haber ingresado al campo de juego por las escaleras que pisan a menudo tantos cracks, valió la pena. Ni te cuento la sensación de pisar ese pasto perfecto, de llegar a la mitad de la cancha y hacer un giro en 360 grados mirando las tribunas, imaginarlas llenas. En un partido de verdad las piernas te tienen que temblar, te llames Messi o Matias Zampini. 

Estás obligado a jugar bien, no podés errar, no hay excusa. Te juro que el césped está mejor que cualquier campo de césped sintético que haya pisado. Reparten las Pecheras, arman los equipos, empieza el partido y la primer pelota que toco, la dejo corta en un pase atrás al central. La segunda, esa ya no la puedo fallar, quiero salir con un pelotazo largo por el lateral, y la mando directamente a la tribuna. 

Creo que poco me importó, cuando la pelota estaba lejos, no hacía mas que mirar para afuera, a las tribunas que se hacen interminables. Cada dos segundos me repetía: "No lo puedo creer" y sonreía.

Jugué de lateral derecho, podría haber pedido jugar de 9, intentar hacer un gol en esos arcos que parecen de metegol ante tanta inmensidad. Pero no me animé. También es verdad que quería tener buenas fotos y videos para el recuerdo, y de ese lado de la cancha estaban los familiares y amigos que nos pudieron acompañar.

Avanzado el juego me empecé a soltar, ya no dejaba los pases cortos, pude salir jugando, tocando y llegar al área rival, quizás la magia de Dani Alves sigue en esa banda y me tocó un poco. El partido en sí fue anecdótico, 60 minutos de juego y te aseguraban jugar 40 como mínimo. Cuando iban 15 ya estaba ahogado, al igual que el resto de los soñadores despiertos. Cuando me tocó salir, me puse a hablar con un catalán que estaba al borde de las lágrimas, y me dijo: "Desde el 3 de marzo de 1981, que fue el día que entré por primera vez a esa grada (señala la tribuna) estuve soñando con este momento. Poder estar aquí con 47 años, para mi es algo mágico".

Me quedo con la felicidad de ese hombre, con la alegría de los chicos que pudieron hacer un gol en los arcos cuyas redes inflan Messi y compañía. La mayor parte de ellos, hinchas del Barcelona. Yo me conformaba con tocar dos pelotas y hacer jueguitos, cual presentación de jugador, sobre ese césped. Por suerte toqué unas cuantas más.

Fue una experiencia que no voy a olvidar jamás, a los profes de la escuela, por invitarme a compartir esta experiencia con los soñadores de Crónica. Esos que sueñan con entrevistar a los número uno, pero que también disfrutan contando historias de clubes o personajes del barrio. Me tomo el atrevimiento de dar un consejo, si realmente les gusta el periodismo, vaya siempre con cuatro ojos, atentos a su alrededor, pregunten sin miedo y sin vergüenza y si desean algo piénsenlo fuerte y con ganas que tarde o temprano lo van a poder cumplir.

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