OLIVETO COMPLETO

Por Hernán Feijoo y Joan Jaunarena

Luis Oliveto dialogó con los chicos del Instituto Crónica y no se guardó nada. El ex árbitro de fútbol habló desde sus inicios y hasta el motivo que lo impulsó a dejar la carrera tras sólo cinco años de actividad; criticó a la AFA y al arbitraje. A casi seis meses del aislamiento por la pandemia del coronavirus, Oliveto expresó que “cuarentena fue el primer mes, después la gente empezó a hacer su vida casi normalmente, generalmente los que están en contra del gobierno, los otros son un poco más sensatos”, y que su vida no cambió mucho, ya que “me jubilé en 2008, vivo haciendo lo mismo: estoy con mi computadora, no hago mucho, todo muy tranquilo y normal”, pero admitió que extraña a la familia e ir a la cancha. 

Además, se mostró enojado con la gente que rompe la cuarentena y más con los que hacen marchas: “Se nota que no se pueden hacer reuniones, no se pueden hacer marchas. Bah, marchas en contra del gobierno sí se pueden hacer, ahora si es marcha a favor de Maldonado te caga a palos la policía. Vos escuchas a la gente que va a la marcha y algunos son veganos, el otro son anti cuarentenas, el otro dice que te van a poner un microchip en el cerebro para manejarte como robot”, dijo el ex árbitro y sentenció: “Es una convención de retrasados mentales que no dan lugar a criticarlos, porque son pobrecitos, porque no saben a qué se mueven ni saben a quién o qué están defendiendo, pero bueno”. 

-¿Qué te motivó a ser árbitro? 

-Me vino a buscar un amigo que trabajaba con el hermano de un árbitro y me contó de sus beneficios y de lo lindo que era. Nos arriesgamos y fuimos a la AFA a inscribirnos. Cuando llegamos nos dijeron que no podíamos ingresar porque éramos jóvenes y no teníamos el servicio militar obligatorio cumplido. A los cuatro o cinco años volvimos y ahí sí. A mí me dijeron que me tenía que cortar el pelo porque lo tenía muy largo y les dije que no, que si después no quedaba, ¿quién me devolvía el pelo? Pero mi amigo me hinchó tanto que me lo recorté un poco y entré. 

-¿Entró por pasión o la plata le tiró un poco? 

-No, por plata no entré, si te salía un huevo y la mitad del otro mandarte a hacer la ropa. Es más, en la cancha de Boca me quemaron la ropa y me costó diez partidos, mínimo, para poder comprarme el uniforme. Nosotros teníamos que tener plata para entrar en AFA, sino tenías un laburo estable, no podías entrar. Así que por la plata no fue, era para poder estar dentro del fútbol. Después que uno se va metiendo le empieza a gustar, le toma el gustito y lo hace por vocación, más que por plata. -¿Cómo fue tu vínculo con Gustavo Cerati? -Gustavo tocaba con mi hermano. Iban al mismo colegio. Formaron una banda para competir en el séptimo Festival de La Canción Navideña, organizado por La Nacional Católica de La Plata. Ellos salieron segundo. La final la transmitió Canal 9 desde el Teatro Coliseo. Ellos ensayaban en la terraza de mi casa, en la casa de mis viejos, y el nombre de la banda lo elegí yo, prácticamente: nosotros teníamos dos perros, uno de ellos se llamaba Koala, y cada vez que éstos tenían que ensayar, el les meaba los amplificadores y mi hermano lo puteaba, y le dije: ‘ya que lo estás puteando todo el día, ponele Koala y listo’, y fue el nombre de la banda. Después se distanciaron, que fue en el momento que Gustavo formó Soda Stereo. -¿Cómo te describirías como árbitro? -Normal. Traté de hacer las cosas bien, respetando a todo el mundo y sin llamar la atención. Empecé a hacer arbitraje en la época que se decía que ‘él mejor árbitro era el que pasaba desapercibido', lo tomé como una premisa. Siempre con los pies sobre la tierra, de manejar la idolatría y la soberbia, que a algunos les tocó. El árbitro es un instrumento necesario, porque el día que el fútbol se juegue sin referí, que es lo que quieren con esto del VAR, se van a sentir muy mal algunos colegas, que se sienten protagonistas del evento. -¿Sentís que por tu carácter frontal te ayudó o te jugó en contra en la profesión? -No… no tengo la menor idea si eso me jugó a favor o en contra. Yo siempre dije, y digo, lo que pienso, moleste a quien moleste. Tampoco puedo ser cínico de andar mintiendo, de tener una personalidad que no tengo, por ahí tu ve buenos resultados con algunos y malos con otros. Es la ley de la vida, no le podes caer bien a todo el mundo. -¿Cómo fue dar clases de arbitraje en una cárcel? ¿Cómo te describirías dentro y fuera de las canchas? -Sí, en las cárceles dí cuatro años clases: en Magdalena (en dos), en Olmos y en La Plata. Hay muchos que salieron de ahí con el curso aprobado y empezaron a insertarse en la sociedad dirigiendo torneos privados y así ganarse un mango. El tema es el siguiente: si vos salís de la cárcel y buscas laburo para manejarte en la vida, te piden antecedentes policiales y cuando lo llevas y ven que estuviste preso, generalmente, no te dan el empleo. Entonces, uno vuelve a robar porque tiene que vivir y nadie le da trabajo. El único lugar donde no te piden antecedentes policiales es en Las Ligas de Árbitros. Eso fue lo que me llevó a presentar un proyecto en el Gobierno de Buenos Aires con Alejandro Rodriguez, que era Secretario de Deporte, lo pusimos en práctica y dio resultado.

 -¿Pudiste ver la serie sobre Grondona y el FifaGate que salió en Amanzon? ¿Pensas que fue fidedigna a lo que viviste? 

-No, no veo Netflix; tampoco Amazon ni Flow. No tengo Zoom, ni Instagram, no me acoplo a todo eso. Pero todo lo que se puede decir de Grondona puede ser real. Se puede inventar cualquier cosa y puede ser real. Fue un tipo que, desde su humilde ferretería, hizo un imperio. Manejó el fútbol del mundo y fue más poderoso que el Papa. Era un tipo que manejaba todo. Uno lo compara con los dirigentes que habían antes y los que tenemos ahora: es Gardel y Lepera, nadie le llega a los talones. Tuvo sus pro y sus contras, como todo poderoso. Él hizo y deshizo. Por eso te digo: Grondona era uno de los tipos que quería destruir el arbitraje, no le importaba el arbitraje. En el ‘96 fuimos siete personas que presentamos un proyecto de ley para sacarle el arbitraje de la mano a los dirigentes, porque nosotros no podíamos ni podemos ir como empleados de los presidentes de los clubes, ¡Es una locura! Eso llegó hasta el Presidente de la República. Lo quisieron poner en vigencia, pero Grondona regaló entradas para un partido amistoso entre Argentina y Alemana, en River. Desde esa época no podemos liberarnos de ser empleados de los dirigentes del fútbol. Es una vergüenza. El fútbol se va a arreglar cuando la AFA, el comité ejecutivo o quien corresponda que maneja los destinos de la AFA, den una proporción a jugadores, otra a técnicos y otra a los árbitros. Hasta ahora, más de cien años manejado por los dirigentes. Ya sabemos cómo está el fútbol argentino, tendríamos que probar con otra cosa. No sé por qué no quieren. Me deja mucho qué pensar. 

-A los árbitros de ahora, ¿cómo los ves? Qué opinión tenes sobre ellos? 

-Si lo comparas con el fútbol Nacional, el arbitraje es mediocre, no está a la altura de las circunstancias. Ahora, si lo comparas a nivel Internacional, donde al Mundial de Brasil iba a ir Loustau hasta que le tocó ese partido fatídico entre Boca y River, que le cortaron la cabeza y de ahí en adelante empezaron a mandar a Abal, que dirigió en Copa de las Naciones en Brasil, le fue mal y ahí apareció Pitana. Él dirigió el Mundial de Brasil por descarte de los otros dos, no fue porue era el mejor árbitro argentino. Sin embargo, fue uno de los mejores que dirigió en el mundial, y eso le valio para dirigir, todo lo que dirigió, en Rusia. O sea, comparado a nivel internacional: Argentina tiene unos árbitros bárbaros. Ahora, cuando los pones a dirigir acá, que son partidos totalmente diferentes y más conflictivos que en un mundial, no tienen la personalidad determinada para manejar el entorno. 

-¿Por qué decidiste retirarte? 

-Porque me asqueé de las cosas que estaban pasando. No era lo que yo pensaba ni quería. Había muchas cosas que no me gustaban y decidí dar un paso al costado. Así, como nadie me obligó a meterme, salí cuando quise. No era mi medio de vida. Si me hubiera quedado por la plata, hubiese sido otra cosa, me hubiese quedado hasta el final, pero no me interesaba quedarme hasta el final en medio de todo lo que veía. 

-Hace poco en Infobae salió una nota en el cual se revelaron detalles de la vida y el suicidio del ex árbitro Fabián Madorrán. ¿Qué reflexión te merece respecto a cómo quedan tus colegas tras el retiro y cómo lo abandonaron a su suerte? 

-Para mí, a Madorrán mataron por una deuda de juego y no fue un suicidio. En una plaza, a las doce del mediodía, que nadie lo haya visto tirándose un tiro, me parece una cosa muy ridícula. Pero bueno… fue uno solo, no es una cosa que se tenga que tomar como ejemplo, como que le puede pasar a los demás ex árbitros, ni nada. A la gente le sacas el alambrado y es uno más. No es como se dice, que podes tener problemas en la calle. Algún que otro te puede putear o recordar alguna jugada específica, pero no va más allá. Lo de él no sirve para tomarlo de ejemplo, pero repito: para mi lo mataron y no se mató. Lo que pasa es que no se quiso investigar, es mejor decir que se suicidó un pobre tipo a decir que había una deuda de juego. Tendrían que investigar y ver a quién llegan, capaz se llega hasta las autoridades. Para mí es así, no tengo la verdad absoluta. 

-Última pregunta... ¿Tuviste alguna pelea con algún jugador dentro de las canchas, que siguió después del partido? 

-No, peleas no. Me llevo bien con muchos jugadores. Tal es así que, ahora ya no porque no me dedico más, a los eventos que hacían, solidarios o que tenía que ver algún festejo, me llamaban a mí para dirigir. Incluso McAllister me llevó en avión hasta La Pampa para rendir su partido homenaje. Hablé con la señora y le dije que tenía dos mil árbitros ahí, en Santa Rosa, para dirigir, y ella me dijo que no, que el Colo me quería a mí. Por eso te digo, yo no tuve muchos problemas con los jugadores ni dirigentes. No era una época de guerra, digamos, aparte cada uno hacía lo suyo: los dirigentes, como los jugadores, querían ganar, y yo quería impartir justicia. Cada uno en su lugar. Al final nos terminamos entendiendo.

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