100 AÑOS DE LA RADIO: JOSÉ MARÍA Y EL GRITO DE GOL
Por Juan Pablo Michel
Año 1924, Buenos Aires. Rugía ya fuera del vientre de su madre, un pequeño argentino lleno de euforia, pasión y energía. Desde ahí, comenzaba sus primeros pasos en este mundo José María Muñoz, en un país que tiempo después lo acogería entre sus brazos y lo escucharía desde todas las radios encendidas que lo buscaban y luego se enamoraban de su voz.
Estudió y se recibió de técnico aeronáutico, pero su camino no siguió en el aire, aunque sí lo hizo en los oídos del pueblo. No escogió adentrarse en el transporte aéreo, sino en la comunicación, mediante todos los medios posibles. No voló por los cielos, pero si fue capaz de hablar desde Buenos Aires con César Luis Menotti y Diego Armando Maradona, quienes se encontraban en Tokio simultáneamente. Eso y mucho más fue lo que “El Gordo” acabó siendo. El comienzo, como en casi todos los casos, supone un piso resbaladizo y pegajoso, del cual la única forma de impulsarse hacia arriba, al menos en este caso, es batallando con hambre de gloria y mucha pasión por el oficio.
Muñoz lo hizo. Logró con demasiado éxito despegarse de ese
piso, dejando atrás las corridas de dos cuadras hacia el teléfono más cercano
para transmitir lo que sucedía en un encuentro del ascenso del fútbol argentino.
Desde ese entonces, momento en el cual este joven apenas tenía 23 años, escaló
desde esa posición a una velocidad increíble, hasta que se estacionó en su
mayor amor: el relato deportivo.
Comenzó como relator suplente de algunos encuentros, hasta
que finalmente se hizo con la titularidad absoluta en Radio Rivadavia, un lugar
muy prestigioso que, además, supo ser su hogar por muchos años. Durante ese
tiempo, logro en 1958 ser el director deportivo de la radio, y luego ser el
director general de la misma en 1971. Mantuvo ese puesto ininterrumpidamente
hasta 1992, mismo año en el que falleció.
Comenzó en aquella etapa de auge en cuanto a su desarrollo
personal un programa llamado La Oral Deportiva, el cual fue furor al mismo
tiempo que se popularizó la radio portátil, aquel pequeño aparato que la gente
solía llevar a la cancha, justamente para oír lo que Muñoz relataba. Y ahí fue,
en cada transmisión, que la voz del “Gordo” comenzó a meterse en los corazones
de cada oyente que recibía un baldazo de locura y pasión por el fútbol,
mediante su gran forma de relatar acompañada de frases y costumbres, como la de
contar los córners de todos los encuentros, o su recurrente aviso de “peligro
de gol”. Si Fioravanti se distinguía por el buen decir, José María era el dueño
de la pasión.
La gente lo amaba y su jerarquía lo resaltaba como “El Relator de América”, apodo que lo acompañó durante su éxito. Este apasionado narrador miraba cada vez más hacia arriba, hasta que su altura comenzó a correr peligro. Y es que Muñoz encontró tiempo después, más precisamente durante la última dictadura militar de nuestro país, la forma de mantenerse en lo alto y de no sufrir las mismas desgracias que muchos de sus colegas sí sufrieron. Durante la Copa Mundial 1978 integró la Comisión Organizadora. Fue a partir de ese hecho que el Relator de América años más tarde, con el regreso de la democracia, pareció perder algo de terreno. La gente no lo elegía de manera unánime. Al mismo tiempo, la aparición de la figura de Víctor Hugo Morales en Sport 80 comenzaba a tapar a este grande con una sombra inmensa. Obvio que años después, como todo el mundo, se sintió arrepentido e intentó defenderse de su ignorancia. Pero lamentablemente aquel hecho lo marcó más de lo que el hubiese querido, y el amor de la gente no volvió a ser el mismo. De todas formas, nunca dejó de ser la figura que siempre fue y su voz tampoco dejó de representar un ejemplo para todo aquel que intentaba crear su camino dentro del mundo del relato. De hecho, hasta el propio Víctor Hugo hace algunas semanas lo definió como uno de sus máximos referentes en una nota radial en El Alargue del Fin de Semana, por La Red.
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