Egan Bernal, campeón del Tour de France. Desde 1909 que el mundo no tenía un campeón de ciclismo sudamericano. Más precisamente colombiano.
Por Daniel Rodríguez
El momento decisivo ocurrió en la etapa 19, en la que los ciclistas debían enfrentar dos ascensos de montaña antes de alcanzar la meta. En la subida al Col de l'Iseran, el paso pavimentado más alto de los Alpes, a 2764 metros de altura (puerto de primera categoría), Bernal decidió atacar al entonces líder de la carrera, el francés Julián Alaphilippe, quien aventajaba al zipaquirano por un minuto y 30 segundos.
Bernal, un escalador dotado como la mayoría de ciclistas colombianos, cruzó el alto en solitario y empezó un descenso que lo llevaría a la subida final. Pero la naturaleza, Dios o cómo quieran llamarlo, hizo que un torrente de barro y piedras cayera de lo alto de la montaña y bloqueara la carretera. Los organizadores del Tour bebieron dar por terminada la etapa antes de lo esperado; Egan Bernal se convertía así el nuevo líder, con 45 segundos de ventaja sobre el corredor francés.
Con 22 años y un poco más, Egan no sólo lograría ser el portador del maliot amarillo hasta el final, sino que también haría lo propio con la camiseta blanca, mérito al “joven”, desde Francois Faber en 1909.
Líder de la montaña (camisa a lunares), líder de los jóvenes (maliot banco) y campeón de la general por encima de los grandes escaladores europeos y los no menos grandes velocistas del mundo. El ciclismo exige una enorme fortaleza física y psicológica. La victoria en una carrera de tres semanas implica estrategia y trabajo de equipo; pero en el fondo, cada corredor lucha contra sí mismo y libra batallas individuales que lo llevan muy lejos en su desafío contra el dolor. Los ciclistas del Tour deben ingerir entre seis mil y nueve mil calorías diarias, porque invierten en cada jornada el doble de calorías necesario para correr un maratón. Ese ritmo de exigencia deben sostenerlo durante veintiún días con uno sólo de descanso.
Al viajar por carreteras a alta velocidad o cruzar montañas entre abismos, los ciclistas profesionales se exponen a riesgos constantes. En el último año, Bernal sufrió tres caídas y fue sometido a operaciones de clavícula, nariz, pómulos y mandíbula. En un accidente mientras corría la clásica de San Sebastián, en España, perdió varios dientes. Este año, a principios de mayo, el ciclista se preparaba para correr el Giro de Italia, la segunda vuelta más importante del calendario internacional, cuando un nuevo accidente lo inmovilizó por varias semanas. Así perdió la oportunidad de correr en Italia, pero pudo prepararse para disputar el Tour como uno de los favoritos.
Premio al esfuerzo, al trabajo, al talento innato y, por qué no, a la suerte o al destino.
CASI RICHEZE
“El atómico” Maximiliano Richeze, EL MEJOR CICLISTA DE RUTA ARGENTINO DE LA ACTUALIDAD, y gregario del equipo Deceunick Quick Step liderado por el a la postre subcampeón Julián Alaphilippe, ha cumplido, tal como se esperaba, con las expectativas depositadas en él reafirmando ser uno de los mejores “gregarios” y lanzadores del planeta. No brilla, no se lo ve en cámara, no tiene prensa, pero trabaja para su equipo como el mejor y sin él, en general sin los gregarios, no hay campeones.
Rambouillet > Paris Champs-Élysées, 126 kilómetros llanos con 8 vueltas al circuito semipermanente por las calles del centro de París, dieron como corolario que “El atómico” liderara el sprint final hasta los últimos centímetros cronometrados. Quedó cuarto sin tiempo de diferencia, lo que indica que ha llegado a rueda del ganador, el sprinter australiano Caleb Ewan (Lotto Sodual).
Aquí su equipo trabajó para él. Premio y reconocimiento al esfuerzo y al trabajo. Y así su cuarto puesto oficial en una etapa tan importante y colorida. Allí sí se lo pudo ver en primer plano luciendo los colores celeste y blanco. Corolario a sus 35 años de una extraordinaria carrera deportiva. Definirá su futuro en los próximos días. El ciclismo mundial lo extrañará de ser negativa su continuidad. El deporte argentino no. El deporte argentino no valora nada que no se juegue con una pelota. Una pelota número 5, claro está.
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