Por Luis Nallar
La Feria del Libro es uno de los eventos con más
concurrencia del país y el último día no fue la excepción. Recorriendo sus
pasillos entre tantos libros, paisajes turísticos y clubes deportivos, nos
encontramos con un stand particular, distinto al resto. Colores llamativos,
música de circo, payasos que atienden consultas y venden libros coloridos. Pero
no son payasos de los que conocemos habitualmente, estos no salen en la tele ni
están en los circos.
“Somos Payasólogos Sociales, trabajamos con el amor en
ámbitos de desamparo y abandono como puede ser hogares de niños, geriátricos o
psiquiátricos”, empieza a explicarnos una mujer que se identifica como “Payaporota”. “No nos decimos nuestros nombres reales para evitar involucrarnos”, avisa, quien es una de
las fundadoras de este proyecto.
Payasólogos sociales cumple 10 años, para celebrar la década
decidieron presentarse en La Feria del Libro por primera vez y dar a conocer su
libro, donde vuelcan toda su experiencia y aportan herramientas de abordaje para
todo aquel que decida trabajar en sectores carenciados. Además, nos cuenta que
el balance en La Rural fue “muy positivo” debido al acercamiento e interés de
la gente, incluso de distintos países. “Muchos nos conocieron acá, nos
confunden con payamédicos, nuestros primos hermanos, pero ellos trabajan con el
dolor y la muerte en hospitales, nosotros abordamos el lado social”, agrega.
La organización está declarada embajada de paz, cuenta con
14 premios internacionales, 12 nacionales, es pionera en América Latina y se
está expandiendo a países como Colombia, Uruguay, Venezuela y España. “Cada
país tiene sus problemas particulares, pero las herramientas para abordarlos
son las mismas, por eso nosotros capacitamos gente una vez por mes, es
importante estar capacitado”, detalla la mujer, mientras se acomoda su pequeña y
redonda nariz roja.
Más de 300 personas de todas edades, desde 18 a 82,
colaboran mensualmente para llevar a cabo este proyecto que crece cada día más,
que no recibe ninguna ayuda estatal.
Nos cuenta historias de todo tipo, tristes y alegres, abuelos que salen de la depresión, chicos que lloran cuando los ven irse o indígenas que piden a gritos que no los abandonen. La pasión se transmite a través de las palabras de Payaporota, que sobre el final hace una excepción y confiesa su verdadero nombre, Miriam Alberganti.
Nos cuenta historias de todo tipo, tristes y alegres, abuelos que salen de la depresión, chicos que lloran cuando los ven irse o indígenas que piden a gritos que no los abandonen. La pasión se transmite a través de las palabras de Payaporota, que sobre el final hace una excepción y confiesa su verdadero nombre, Miriam Alberganti.
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