Por Carlos Alvarez
El pálido empate de Argentina ante Islandia, expuso de sobremanera la función del entrenador nacional. Porque Jorge Sampaoli puso en cancha a Marcos Rojo y Lucas Biglia, y ambos defraudaron: el central, falto de rodaje y el volante, parsimonioso y dubitativo, puesto a cumplir una función desconocida.
Ante un rival que se agrupó en propio terreno sin tapujos, el equipo nacional sufrió un gol y algunas situaciones más. Es decir, se transmitió una gran fragilidad defensiva. El entrenador de Casilda es fanático de la tenencia del balón, pero esa idea sucumbe con la impotencia de generar verticalidad y chances de gol. La zona de volantes no auxilia en defensa y, mucho menos, derrocha cambio de ritmo.
La necedad puede reflejarse en la entrada de Ever Banega, gran jugador, pero innecesario para la eterna marcha cansina en la creación de fútbol. También, en el tardío ingreso de “pipita” Higuaín en el minuto 83. La velocidad de Pavón –gran joya xeneize-, fue importante, pero debería haber coincidido con otro “rapidito” como Ángel Di María.
El penal malogrado por Lionel Messi, no sólo no consiguió el triunfo, sino que, resaltó el flojo nivel de un equipo que seriamente no puede ser candidato al título. Al menos, con lo visto ante el conjunto más débil del grupo. El ex entrenador de Sevilla tiene dos compromisos decisivos por delante, ante selecciones de mayor nombre y categoría.
Wilfredo Caballero debe aprovechar el partido ante Croacia –puntero del grupo-, para despejar dudas, caso contrario, Franco Armani pide a gritos titularidad. Mismo caso para Federico Fazio y Gabriel Mercado, quienes pueden aportar solvencia y altura a la línea defensiva. Pavón se ganó la posibilidad de jugar de arranque, al mismo tiempo en que Biglia y Banega pueden quedar relegados. Y asoman Giovani Lo Celso y Enzo Pérez como alternativas fiables.
Sampaoli no debe olvidarse de sus convicciones, pero más saludable es tener capacidad de reacción y darle a la selección lo que necesita, y no lo que proyecta como ilusión. Tiene la carta ganadora, al mejor jugador del mundo. Ayudemos a Lionel a alcanzar su máximo sueño, que traería felicidad a un pueblo muy castigado.
El pálido empate de Argentina ante Islandia, expuso de sobremanera la función del entrenador nacional. Porque Jorge Sampaoli puso en cancha a Marcos Rojo y Lucas Biglia, y ambos defraudaron: el central, falto de rodaje y el volante, parsimonioso y dubitativo, puesto a cumplir una función desconocida.
Ante un rival que se agrupó en propio terreno sin tapujos, el equipo nacional sufrió un gol y algunas situaciones más. Es decir, se transmitió una gran fragilidad defensiva. El entrenador de Casilda es fanático de la tenencia del balón, pero esa idea sucumbe con la impotencia de generar verticalidad y chances de gol. La zona de volantes no auxilia en defensa y, mucho menos, derrocha cambio de ritmo.
La necedad puede reflejarse en la entrada de Ever Banega, gran jugador, pero innecesario para la eterna marcha cansina en la creación de fútbol. También, en el tardío ingreso de “pipita” Higuaín en el minuto 83. La velocidad de Pavón –gran joya xeneize-, fue importante, pero debería haber coincidido con otro “rapidito” como Ángel Di María.
El penal malogrado por Lionel Messi, no sólo no consiguió el triunfo, sino que, resaltó el flojo nivel de un equipo que seriamente no puede ser candidato al título. Al menos, con lo visto ante el conjunto más débil del grupo. El ex entrenador de Sevilla tiene dos compromisos decisivos por delante, ante selecciones de mayor nombre y categoría.
Wilfredo Caballero debe aprovechar el partido ante Croacia –puntero del grupo-, para despejar dudas, caso contrario, Franco Armani pide a gritos titularidad. Mismo caso para Federico Fazio y Gabriel Mercado, quienes pueden aportar solvencia y altura a la línea defensiva. Pavón se ganó la posibilidad de jugar de arranque, al mismo tiempo en que Biglia y Banega pueden quedar relegados. Y asoman Giovani Lo Celso y Enzo Pérez como alternativas fiables.
Sampaoli no debe olvidarse de sus convicciones, pero más saludable es tener capacidad de reacción y darle a la selección lo que necesita, y no lo que proyecta como ilusión. Tiene la carta ganadora, al mejor jugador del mundo. Ayudemos a Lionel a alcanzar su máximo sueño, que traería felicidad a un pueblo muy castigado.
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