El público
que aprecia realmente al fútbol se emociona al ver jugar a Lionel Messi. Una
emoción que involucra admiración y cariño por parte de aquellos , que analizan
más allá de un resultado o una jugada errada, ven en La Pulga un ídolo,
símbolo, amuleto, pongámosle el nombre que quieran. Un jugador que desde que
comenzó sus primeros pasos en la selección mayor sufrió constantemente críticas
de los medios de comunicación, hinchas argentinos e internacionales (individuos
que padecen de importantes frustraciones personales), y de otros colegas suyos.
No sólo
mejoró y complementó a su talento natural, una pegada brillante y efectiva,
además de poseer pese a su baja estatura, goles fundamentales de cabeza (uno de
ellos para definir la UEFA Champions League en 2007). Jugó casi todos los
partidos con la camiseta albiceleste, tanto encuentros amistosos como
oficiales, con la misma intensidad y ganas, si miramos sus estadísticas con el
equipo nacional: de 101 partidos disputados convirtió 46 goles.
Al inicio de
esta Copa América 2015, era clarísimo que su actuación iba a ser sobresaliente
y así fue, pero más encargado de conducir y distribuir el balón junto con el
mejor socio que el ACTUAL director técnico pudo encontrar, que es Javier
Pastore.
Párrafo
aparte para Gerardo Martino, dura e injustamente criticado por los fenómenos de
la prensa y de aquellos que juegan fútbol cinco una o dos veces a la semana. El
Tata le aportó verticalidad, estilo, elegancia, sobretodo identidad, algo que
le faltó a este equipo en la última Copa del Mundo, lo único quizás a
perfeccionar o arreglar es la cuestión del juego aéreo, en campo propio y
contrario. Le dio la oportunidad a Nicolás Otamendi y se adaptó perfecto con el
ya asentado Ezequiel Garay, donde se encuentra a mi criterio la futura zaga
central titular de cara a lo que se viene.
Le devolvió
la chance a Carlos Tevez, relegado por el anterior entrenador debido a “una
cuestión grupal”, y vaya que fue transcendental con el penal convertido ante
Colombia y dándole al conjunto rioplatense el pasaje a semifinales.
Martino y
Messi no necesitan títulos con lo que vienen demostrando, con esta idea
propuesta por el primero y con el nivel y el rol fantástico que viene probando
el segundo, ya estamos en la final y, créanme que jugando así se ganará más de
lo que se perderá.
Franco Stanta
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