Ganar, casi en cualquier deporte, es haber
jugado bien. Como mínimo es haber jugado mejor que el rival de turno. Por
oposición, haber perdido es, irremediablemente, haber jugado mal; como mínimo,
peor que el rival.
Esto, que parece una verdad de perogrullo
pareciera, a su vez, no serlo.
El objetivo de cualquier competidor es, a
priori, ganar. Ergo, si ganaste cumpliste con el objetivo.
En los últimos 40 años, el periodismo tanto
gráfico, televisivo como radial, ha contribuido y no ha claudicado en confundir
a la opinión pública con expresiones tales como “perdió pero jugó bien”, o
“mereció ganar” o, la que es peor, “el equipo equis juega al fútbol que le
gusta a la gente”; como así también la frase nunca tan bien ponderada: “ganar
NO es lo más importante”.
El único deporte, si así se lo puede
considerar, en el que se puede definir el resultado según la “opinión”, es el
box, en el cual si no hay nocaut, se define por puntos, o sea, por la opinión
de los jueces, no siempre compartida por el público asistente o televidente.
En el fútbol, por el contrario, existen los
arcos y gana el que concreta, como mínimo, un gol más que el rival. Así lo dice
el reglamento. Ningún reglamento habla de merecimiento por belleza o
desmerecimiento por fealdad.
Por consiguiente, jugar bien NO es sinónimo de jugar lindo.
Jugar mal tampoco lo es de jugar feo.
Bien y mal, es este caso, son sustantivos;
lindo y feo, adjetivos.
El periodismo ha influido en la opinión
pública de tal manera, que la confusión ha creado un estado de situación en
donde las verdades relativas y absolutas no tienen fin ni límites.
El equipo A dominó y creó 15 situaciones de
gol enfrentando al arquero del equipo B, mano a mano, en incontables
oportunidades, pero no consiguió doblegarlo. ¿Ese equipo mereció ganar? O, por
el contrario, ¿fue el equipo B, que se defendió bien? El atacante hizo todo mal
y el defensor todo bien; es este contexto siempre gana el que hace o hizo las
cosas bien. Y el que no la gana, la empata, y ese es el segundo de los
objetivos.
A buen entendedor, salud.
Daniel Rodríguez
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