Viernes 27 de junio el seleccionado argentino a las 18:15 parte rumbo a Sanborns, una especie de shopping mexicano ubicado cerca de la concentración. Al principio solo era un pasatiempo, para ir de compras, pero con el paso de los partidos y rondas esta salida se fue convirtiendo en una de las cábalas del plantel. Dos días antes de cada partido, ésta era la cita obligada. Casi no compraban, y caminar se hacía imposible, porque los rodeaban centenares de personas, aficionados, fanáticos que querían el autógrafo y la foto con los protagonistas del momento.
El Bichi Borghi quiso eludir a la multitud y se fue de civil, con un jean y una camperita, pero un hincha de Argentinos lo reconoció y alarmó a todos. El checho Batista, con el afán de sacarse a los fanáticos de encima optó por las escaleras mecánicas, sin darse una idea que arriba lo iban a estar esperándo alrededor de 30 personas. Bilardo fue sorprendido por un señor de campera roja, “Lo felicito por su equipo, es el mejor del Mundial, merece ser campeón. Mi nombre es José Faría”, era el brasilero director técnico de Marruecos, El Narigón se quedó charlando, lo despidió y siguió atendiendo a sus admiradoras. En la heladería Helen’s había más gente que en el Estadio Azteca, claro cómo no iba a ser así si adentro estaba el Diego.
El doctor Madero era quien se encargaba del menú, bife de chorizo y ensalada sin vino, no había muchas variantes y luego, de la mano de El Cabezón Ruggeri, el cine y a dormir. Un día antes de cada partido se hacía presente el gran asado argentino, otro ritual, hecho por Don Diego, el papá del Diez.
Sábado 28, a un día de la gran final, hora del desayuno, café con leche, tostadas, jamón cocido, queso y los diarios. El Profe Echeverría con palabras paternales va a despertar a Pasculli y Maradona, los dormilones del grupo. “Papito, mi vida…”. Luego del desayuno cada uno a lo suyo y a dejar que pase la hora.
Llegó el día, la final, el domingo 29 de junio de 1986. Se arranca entre actividades y cábalas, a excepción de El Bichi Borghi que no las tenía. A las 7, el primero en salir al Estadio Azteca para organizar todo era Tito Benrós. Tapia se afeitaba, aunque no tenía pelos, y esperaba que El Nery Pumpido vaya a la habitación a buscar la espuma de afeitar. Entre las 9 y 9:30, cuando el micro estaba por salir, cada uno tenía su lugar. Bilardo y Pachamé adelante de todo, Madero solo con su botiquín, la banda del medio Maradona, Tapia, Almirón, Islas, Zelada y Mariani comenzaban a aclimatar el micro al compás del “Vamos Vamos Argentina…”. Eran tan cabuleros que hasta pidieron para todos los partidos los mismos custodios a Jesús y Tobías.
De la mano de uno de los mejores futbolistas del mundo, de esos que perdurarán por siempre en la historia, del señor Diego Armando Maradona y de la complicidad, el compañerismo, las garras y las cábalas del plantel, Argentina se consagró Campeón Mundial de México 86 en el inolvidable Estadio Azteca.
TAMARA GONZALEZ
(@Tamyg_2014)
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