Por Nicolás Crispo
Corría el año 2007 y la vuelta del reality más visto del país era un hecho. Gran Hermano volvió después de 4 años, siendo la edición más vista en la historia del país. Un dato para entender la magnitud de dicha edición: la final alcanzó un pico máximo de 50.3 de rating. Como suele pasar en cada edición, las historias de vida y los personajes quedan grabadas en nuestra mente, incluso 14 años después. Tal como es el caso de Diego Leonardi, quien quedó quinto en esa edición tras la famosa “nominación espontánea” hecha por Marianela Mirra, ganadora de dicha edición. Ese mismo año, Diego logró ganar la edición Famosos. Hablamos con Diego, nos contó detalles de su paso por Gran hermano, su presente y qué proyectos tiene por cumplir.
-Diego, ¿cómo es tu día a día actualmente?
-Tengo un emprendimiento gastronómico, trabajo
y vivo de eso. Mi familia está bien, mis hijos están bien, vivo solo, no se que
más te puedo contar je (risas). Hoy es un día importante, hoy me siento
millonario. Mi hija vino a trabajar conmigo por primera vez, si bien estudia y
tiene 15 años, con la pandemia se sentía aburrida en la casa y quiere pasar más
tiempo conmigo...
-¿Qué significó Gran Hermano para vos?
-Para mí, GH fue una experiencia maravillosa.
Un antes y un después en mi vida.
-A día de hoy, ¿te quedó algún rencor con Marianela? ¿Cuál es tu pensamiento a la distancia?
-La verdad que no… que se yo. Lo que pasó con
Marianela es algo que pasa en la vida, fue feo y fuerte porque fue público,
nada más. En realidad, ¿qué persona no se c… en el otro? Es algo que se ve
todos los días.
-¿Sos consciente que el grupo que formaron marcaron una etapa en la televisión argentina? ¿Tenés relación con los chicos?
-Sí, la verdad que fuimos un grupo que marcó.
Nos metimos en la casa de todo el mundo, fue terrible lo que hicimos. Creo que
si hubiéramos pensado lo que íbamos a hacer, no nos hubiese salido tan bien.
Obviamente, los que dirigieron y armaron ese circo fueron unos genios, nosotros
fuimos piezas que ellos ponían en cada lugar y así funcionó. Pero cada pieza
fue importante, porque cada uno tuvo su historia, cada uno pegó a su manera y a
todos les fue bien. Yo los veo a casi todos, somos 10 los que nos vemos
siempre: Agustín (Belforte), Jessica (Gómez, conocida como “Osito”), Nadia
(Epstein), Sebastián (Pollastro), Griselda (Sánchez), La Profe (Silvina
Scheffler), Leandro (Maldonado), Damián (Fortunato), Juan (Expósito, el
cordobés). Los demás se perdieron, pero porque también están lejos.
-Sos el único que no siguió una carrera artística o ligada a los medios. ¿Por qué?
Porque
yo no soy un artista. No es que no me gustaría, no? Pero nunca soñé con eso,
entonces yo seguí mi vida, seguí mi camino, disfruté hasta donde pude y cuando
se terminó, se terminó. Tuve que salir a laburar porque de algo había que
vivir. Ellos no, la remaron y la reman hasta el día de hoy, están en las redes
sociales, en programas de televisión, canales de televisión del exterior. Y
cada vez que nos juntamos, a mí me encanta, porque me veo tan diferente a ellos
y me doy cuenta que si nos hubiésemos cruzado en la calle, nunca nos hubiésemos
hablado. Ni yo a ellos ni ellos a mi, por lo distinto que somos… y ahora
juntarnos, estar todos juntos, contar anécdotas, lo que nos pasa diariamente o
los proyectos que tienen, la verdad que para mí es maravilloso. El fin de
semana nos vemos, y siempre que nos vemos cargo pilas a full.
-Para cerrar, ¿te siguen pidiendo fotos en la calle? ¿Qué fue lo más loco que te pasó con un fan?
-Las fotos se cortaron un poco, no hace mucho.
De vez en cuando hay alguien que se saca una foto, lo que sí no dejan de
saludarme en la calle. Lo más loco que me pasó fue en Mendoza, en un pueblito.
Estábamos con los músicos de gira, nos paramos en un kiosco a tomar una birra,
no había nadie… lo loco fue que en el fondo del kiosco, salió un chabón
lagrimeando, diciéndonos que cuando escuchó el barullo nos iba a sacar porque
era la hora de la siesta, pero una de las voces le llamó la atención y no podía
creer que esté parado en la puerta de la casa. Era un hombre grande, le regalé
el sombrero que tenía. Dejó de dormir su siesta para venir a saludarme, y no
podía creer que estaba ahí.
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