Periodismo General
segundo año
Problemática social contemporánea
“Comunicación”
Alejandro Ferrer
01 de julio de 2018
|
Por Alejandro Ferrer
Desde los
gobiernos se le da mucha importancia al análisis de la comunicación. Esto tiene
una especial dimensión en el actual, que cuenta con un referente como Durán
Barba. Permitime leerte una pequeña cita para empezar.
En su libro “La
política en el Siglo XXI” el consultor ecuatoriano dice: “Si pretendemos
comunicarnos para que voten a un candidato o para que apoyen a un gobierno… que
se muevan en alguna dirección. Nuestro objetivo no es el de que los electores
se convenzan de una idea, sino el de que asuman posiciones. Estamos en el campo
de lo motivacional, que está cargado de elementos emocionales… el ciudadano más
que entender debe comprender, sentir los significados… Las palabras y los
razonamientos tienen mucha menos fuerza que las imágenes.”
¿Qué reflexión te genera esta afirmación, que
parece ser la nueva sintonía de la comunicación?
Y lo segundo, es
que ha sido ensayado en muchos trabajos acerca del discurso político y, también,
del discurso periodístico. Es decir, en general, todo discurso de carácter
argumentativo está vinculado con la pasión; tanto del que habla como de los
ánimos que debe interpelar. Aristóteles decía que lo más importante en una
argumentación eran los gestos, la confianza que da el orador al hablar, ese era
el punto de partida. En caso contrario, la desconfianza, sería el punto final.
Eso está trabajado, mucho, e inclusive, -te decía- no sólo en el discurso
político, sino también en el periodístico. Hay trabajos de los años ’80.
¿Cómo sería en el discurso periodístico?
Por ejemplo, de
esa época, recuerdo el trabajo Guillermo Sunkel, plantea que en la prensa hay
dos grandes modelos o matrices. Por un lado la “racional-iluminista”; un tipo
de discurso argumentativo, con ideas, donde se priorizaba el concepto; que se
encuentra tanto en la prensa de la Derecha, diario La Nación, como en la prensa
de la Izquierda. Y, por otro, la matriz “simbólico-dramática”; donde se
prioriza, y ahí viene lo que decía Durán Barba, la imagen y el lenguaje
fuertemente expresivo, no el concepto. Este último se encuentra, comúnmente, en
los diarios que llamamos sensacionalistas, amarillos o que tienen prefigurado
un destinatario popular.
Una curiosidad
que señalaba este autor es, que esa matriz “simbólico-dramática”, que él
conocía en los diarios llamados “populares”, se podía remitir a toda la
tradición católica. ¿Cómo llega a esto? Empieza a reconstruir toda la tradición
de la propaganda, en el sentido literal, de la Iglesia, que se basa fuertemente
en imágenes, en lenguaje expresivo, en fatigar imágenes o signos como la cruz,
la virgen, etc. Resumiendo, lo
primero que se me ocurre decir es que es poco moderna, en sí, la formulación
que plantea. En realidad, expresa una preocupación antiquísima de todos los
analistas de los discursos argumentativos y, además, de todos los que han
intervenido en política.
¿No te parece que hay un giro? Por ejemplo: Uno
puede tomar a Fidel Castro, Chávez, incluso al kirchnerismo, que hacían una
intervención en los medios con largos discursos, y el macrismo apunta más hacia
los sentimientos: cambiemos, felicidad, la sonrisa y la imagen.
Claro, también
eso es viejo. Si se va al discurso político, se analiza la peculiaridad y los
distintos soportes, y cómo lo produce Cambiemos en relación con el gobierno anterior,
con Menem o con Alfonsín, se puede corroborar que los discursos políticos han
producido mutaciones muy grandes en las últimas décadas. Creo que la primera
mutación, es la que muchos teóricos denominan como “video-política”. Entre
ellos uno argentino, llamado Oscar Landi, que ha hecho unos trabajos muy
interesantes a fines de los 80 principio de los 90, cuando era muy novedoso ese
concepto.
Landi apunta a
que el lenguaje político, sobre todo desde su tradición de foro, calle, mitin o
el parlamento, se trasladó y transmutó a los medios masivos, particularmente a
la televisión. El modo de organizarse, de estructurarse y desarrollarse -vos
nombraste a Fidel Castro, podemos tomar también a Alfonsín-, con una mayor
extensión perceptual, se fue adaptando a los formatos del discurso televisivo. Lo
observa como un fenómeno novedoso, que no solo se advierte en Menem, el primero
en nuestro país, sino en un conjunto de políticos a nivel mundial. Es la
expresión de Cardozo en Brasil o de Berlusconi, el otro gran representante de
este tipo de discursos. Se empieza a advertir como un reformateo en términos
televisivos, que perdía en densidad argumentativa-conceptual y ganaba en
emotividad, en frases mucho más cortas.
¿Cómo en las redes sociales?
Es el mismo
sentido. Cuando aparecen esas nuevas tecnologías, empiezan los análisis en
relación con las redes, otro tipo de formato. Entonces –pensándolo en voz
alta-, existe un proceso de dos puntas: por un lado, hay una serie de nuevas
tecnologías que te van imponiendo, de algún modo, un modelo para formatear el
discurso y, por otro lado, una degradación del discurso político. En el marco
de una crisis de los partidos políticos, ya no existen los grandes sellos. Son
fenómenos que se dan en paralelo, una degradación del discurso político y una
tecnología, que actúa como soporte, que tiende a ser mucho menos masiva y más
individualizada, personalizada; mucho más fragmentada y mucho más emotiva.
¿La emotividad en la comunicación, es un proceso
mundial?
Sí, es mundial. Un
ejemplo directo es Trump. Que, inclusive, está sumando otro fenómeno, advertido
en los últimos años, que algunos autores denominan “desintermediación”. Utiliza
los medios, de hecho twittea, pero trata de eliminar cualquier tipo de
intermediarios entre lo que quiere decir y su audiencia.
Entonces él, en
lugar de hacer una conferencia de prensa –en general las hace de muy mala gana,
obligado por el sistema norteamericano- o ir al New york Times a ofrecer una
entrevista, directamente twittea. Es Trump hablando a sus seguidores, a su
foro.
¿Qué ventaja tiene esto?
Concretamente,
elimina al periodismo, a su “pregunta”. A Cristina se la criticaba por eso
mismo, también buscaba una forma de desintermediación. En general, y más allá
de las diferencias, también lo está buscando Macri; a través de los mails, los
mensajes en el contestador, las publicaciones por Facebook.
Es una
comunicación muy individualizada, hablándole directamente a los usuarios, sin
intermediación del periodismo. La ventaja es esa, evitar que haya otro que
capture sus palabras y las traduzca en otros términos.
Pero tiene sus
límites. Ese tipo de contacto se logra –siguiendo a Aristóteles– cuando se tiene
un ethos, cuando hay confianza por parte de la audiencia. Trump lo hace, utilizando
su carisma personal sobre un sector importante de la población estadounidense.
Evidentemente, cuando entra en crisis ese ethos, la comunicación también. Todo
lo que se ve en el gobierno actual.
Tomando esos ejemplos, ¿Cómo se expresa el proceso
de particularización en la comunicación?
Se puede ver en
el consumo de la televisión. Los canales abiertos pierden audiencia. Avanza un
fenómeno como Netflix o Spotify, donde se brinda un servicio programable. Algo similar
ocurre con las estrategias de los comunicadores políticos, se adapta a un
usuario distinto, que en las capas medias y altas tiene gran poder de
selección.
Tomando un elemento señalado comúnmente, sobre el poder
del mensaje emotivo, ¿impide la resistencia de quien lo recibe?
Yo no creo en
eso. Creerlo sería darle un valor desmesurado de manipulación a los discursos. Aún
reconociendo que, efectivamente, se proponen una influencia comunicacional, sobre
todo el político. Una cosa, es que alguien elabore una estrategia de
manipulación y, otra cosa, que esa manipulación tenga efecto.
Es todo un tema
de discusión. Podemos decir que se extiende desde principios de 1900, con los
primeros estudios de los funcionalistas norteamericanos, que hablaban de la “Aguja
Hipodérmica”, acreditando a los medios un poder fatal; hasta la actualidad,
donde prácticamente no hay ningún trabajo “serio” que reconozca que existe un
efecto manipulatorio al estilo de Orwell, “1984”.
Lo reconocido es
su incidencia, cierto tipo de determinación desde los medios. El poder de instalar
una agenda… Pero no que la manipulación sea como si los sujetos tuvieran una
conciencia vacía. Entonces un discurso emotivo, puede ser muy convincente, muy
persuasivo, pero no solo por su ejecución. Su fortaleza está en el propio discurso
más una serie de situaciones que son extra-discursivas, es el momento
histórico, es la situación en la que se está produciendo. Es lo que llamaríamos
“las condiciones de recepción”.
Por ejemplo, el
discurso del macrismo no tiene ahora las mismas condiciones de recepción que
hace dos años. Y es el mismo discurso, y el mismo asesor (Durán Barba).
Desde el gobierno acusan “problemas de
comunicación”. ¿Es real?
En realidad, los
problemas de comunicación que ellos advierten, son los generados por las
distintas condiciones de recepción. No es la misma, al transitar una crisis
política, o una crisis económica, o como querramos definir el momento en el que
estamos, que cuando asumió el presidente.
Y ¿por qué era
tan eficaz en aquel momento? Porque esas condiciones lo permitían. ¿Por qué
puede ser tan eficaz en Argentina que alguien declare que “con la democracia se
come”? Porque eran las condiciones de recepción de los años 80. Había un efecto
manipulatorio, pero era relativo a una “coincidencia”, un discurso que logró
capturar ciertos deseos, imaginarios, fantasías, pasiones, de un momento
determinado. Ellas pintaron a ese discurso como novedoso, aunque Alfonsín
citara a la Constitución de 1853.
Hay muchos
estudios académicos -no soy el único que lo dice-, que denuncian una
sobreestimación del poder de la comunicación en los “Durán Barba”. Por supuesto,
este desfasaje tiene interés, sino nadie invertiría los millones y millones destinados
a publicidad electoral, de servicios y productos. Se puede gobernar el propio
discurso, analizar y comprender mejor las redes y otras tecnologías, pero no se
tiene el mismo control sobre las condiciones de recepción, que están
determinadas por una enorme cantidad de factores: económicos, sociales,
políticos, etc.
¿Creés que ir a lo emocional, lo básico,
instintivo, es producto de la crisis económica y política, incluso viendo desde
lo global?
Puede ser, habría
que buscar cuáles son las emociones que se ponen en juego hoy. Por ejemplo, analizar
los últimos procesos electorales de Europa. Donde se abrieron debates respecto
a la inmigración, discursos claramente xenófobos, que no existían hace 5 años
atrás. ¿Por qué aparecen? ¿No están operando sobre una emoción, que es muy
fuerte y tiene una larguísima tradición? Aquel prejuicio de que “vienen a sacarme
el trabajo”; la amenaza del distinto, por su color de piel, por sus costumbres,
por lo que come.
Efectivamente,
los discursos políticos explotan las emociones, siempre. Habría que identificar
cuáles en cada momento. Aprovechan aquellas vinculadas con la idea de “patria”,
“intereses patrióticos” u otras emociones más generales, relacionadas al “sentido
común”, para ser más fáciles de comprender y más efectivos.
Ese “sentido
común” de “todos vamos para el mismo lado”, “si todos los argentinos nos
unimos”, “necesitamos unidad nacional”, son discursos que se han reiterado
históricamente en Argentina. Son un refranero popular a los que apelan, como si
fuera un almacén de argumentos a utilizar para ir a los lugares comunes.
Tomando en cuenta que arrancamos con Aristóteles.
Hay efectos nuevos de la comunicación, desde lo social, por ejemplo en
Argentina sobre el Derecho al Aborto y su pañuelo verde. ¿Hay una nueva forma
de hacer comunicación construida desde lo popular?
Aquí, de nuevo,
hay dos aspectos que se interrelacionan. En primer lugar, nuevos sistemas de
comunicación –redes y otros- que, en cierto aspecto, ratifican la tendencia de
los medios, en términos de ejercer un control, una fiscalización, sobre el
conjunto de la población. Está el caso de la intervención por parte de Cambridge
Analytica en Facebook.
Como recita una
vieja tradición: cada vez que se inventa un medio de comunicación, está ligado
a los intereses del poder. Esto ocurrió con la radio, la televisión, internet y
las redes. Ahora, también se observa que este camino, que prevén quienes lo
originan, después tiene otros destinos, que imponen quienes se apropian de
estos medios e imponen otra orientación, lo refuncionalizan.
Sobre esto
último, hay muchos autores que han planteado que las nuevas tecnologías;
internet, pero sobretodo las redes sociales; conectaron muy bien con nuevas
formas de protesta social. Entonces, no es casual que las redes y el uso del
celular se asocie, por ejemplo, al fenómeno de “los indignados” de España, o
con la llamada “Revolución de la Primavera Árabe”. -Aunque creo que algunos
hicieron sobre interpretación de las redes.-
Esas nuevas
formas se asemejan en que, al principio, no hay una organización tradicional.
No están convocados por los partidos, por los sindicatos, sino que parecen -entre
comillas- “movimientos muy espontáneos”, que encuentran en las redes un modo de
organización también espontáneo, no centralizado, que les sirve para
auto-convocarse. Son los indignados en la Puerta del Sol, los egipcios en la plaza
Tharir o cualquiera de estos últimos movimientos que aparecen casi al mismo tiempo
que las redes sociales.
La verdad es que
son convincentes los argumentos. El tema es ¿qué se da primero, las redes o los
movimientos? Yo creo que son los movimientos. Si existen los movimientos,
siempre encuentran una forma creativa de desarrollar su propio discurso, su
propia comunicación.
Nombraste al
movimiento de mujeres. No voy a decir que es lo más importante, porque lo más
relevante es haber organizado a un sector completamente desorganizado de la
sociedad; y esa organización empezó a darse formas de comunicación, desde las
más antiguas, como hacer plenarios y discutir, consensuar en los treinta y pico
encuentros de la mujer, hasta estas movilizaciones convocadas por las redes.
#Niunamenos surge a partir del twitteo de algunas periodistas.
Surge porque ya existía
un movimiento de mujeres. Pero, dialécticamente, porque Twitter permitía
viralizar una convocatoria. Y, finalmente, encontrar el mejor elemento
comunicacional, -retomando el hilo inicial- que reúne lo conceptual, lo
emotivo, encontrar un símbolo. La dificultad enorme que han encontrado los que
defienden “las dos vidas”, es que no pudieron hallar un símbolo que los
representaran. No funcionó el pañuelo celeste o el fetito como el pañuelo
verde, que tiene una eficacia comunicativa enorme, a simple vista transmite
todo lo que significa.
Es público su rechazo a los despidos en los medios
y a los cierres. Pero, considerando esta crisis del sector ¿desde qué lugar nos
tenemos que ubicar los nuevos periodistas para hacer algo diferente y, a la
vez, “buena comunicación”?
Hay un texto que
recomiendo mucho, de Armando Cassigoli, es un artículo titulado “Sobre la
contrainformación y los así llamados medios alternativos”. El autor discute el
concepto de “alternatividad” y otros temas. Pero toma una idea que es muy
interesante, dice: Lo más importante para cualquier tipo de comunicación es
privilegiar la organización. Y que el medio de comunicación sea el que “esa”
organización decida y produzca.
Me parece
interesante la reflexión. Los actuales medios masivos tienden a “desorganizar”,
para no enfrentarlos, o a dividir en base a lugares comunes; elementos
discriminatorios o emocionales para que el receptor no pueda más que llorar,
sufrir, lo que sea, pero no comprender las razones de por qué le pasa eso que
lleva al llanto o a estar entristecido, angustiado.
Poner en primer
lugar la organización y después los medios de comunicación, modifica la
construcción editorial. El factor organizativo es el que decide todo, como en
el movimiento de mujeres, lo decisivo fue la organización. Una vez que está la
organización, los medios aparecen. En ese punto, lo que plantea el autor toma
la tradición leninista de decir que “el medio es un organizador colectivo” y
eso garantiza una comunicación de otro tipo. No es poca cosa.
Profesor adjunto regular de Teorías y prácticas de la comunicación II (UBA) y titular de Teorías de la comunicación social II (UNLPam) y el Instituto Joaquín V. González
Doctorando de la Facultad de Sociales, publicó Intervenciones: medios y Estado, los términos de un largo debate e investiga sobre la historia del campo de la comunicación y la cultura.
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