Por Pedro Urquiza
La etíope nacionalizada neerlandesa que sorprendió al mundo en Tokio 2020 al ganar el oro en los 5000 metros luego de caerse en la última vuelta es un ejemplo de levantarse ante las adversidades, como lo hizo durante su vida.
Cuando la Keniata Lilian Rengeruk tropezó delante de ella y la hizo caer faltando 400 metros, se le deben haber pasado esos momentos en los que la vida la tiró y tuvo que levantarse para llegar a lograr hacer historia.
Nacida el primer día de 1993 en Adama, Etiopía, se crió con su abuela y su madre hasta 2008, cuando emigró a Países Bajos en calidad de refugiada. Llegó a vivir en un lugar para menores solicitantes de asilo de Zuidlaren, donde la alojaron temporalmente a su llegada al país. Sus habilidades atléticas la llevaron bajo la tutela del entrenador Honore Hoedt en 2012, mientras seguía su objetivo de estudiar enfermería.
"Con las dificultades llegará el alivio", es el texto del Corán
predilecto de Sifan, aunque tuvo que pasar por muchas, tiene el alivio de decir
que fue campeona europea en 2018 en 5.000 metros, campeona mundial en Doha un
año después, ya en 1.500 y 10.000 con récords incluidos.
Llegaba a Tokyo con el objetivo de mejorar su participación en Río 2016, donde no consiguió subirse al podio, y qué mejor manera que devolverle al
país que te acogió, brindó asilo y entreno que sumar medallas a su palmarés
olímpico. Y así fue, convirtiéndose en la primera en conseguir medallas en las
tres pruebas de atletismo (oro en los 10.000 y 5.000, y el bronce en los 1.500).
No
podemos predecir de qué forma nos puede beneficiar o perjudicar el destino,
pero deportistas como Sifan Hassan son vivos ejemplos que no bajar los brazos y
seguir a pesar de las adversidades tiene sus frutos.
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