Por Camila Giménez
El 28 de agosto se cumplirán 17 años de la
final de básquet de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, en la que Argentina ganó
la medalla de oro, al derrotar 84 a 69 a Italia.
Esa generación ya había dado un aviso serio
en el mundial de Indianápolis, dos años antes, y Atenas llegó la
consagración, inolvidable.
El primer paso se cerró con una "comedia" de
Manu Ginóbili, que se convirtió en el inolvidable doble de la victoria final
sobre Serbia y Montenegro en el debut. En el segundo escalón llegó el turno de
España, como se repetiría en los años sucesivos en partidos de gran
importancia. La victoria quedó para la Roja. Pero los muchachos
conducidos por Magnano retomaron fuerzas y aseguraron la clasificación con dos
triunfos que empezaban a darle paso a una ilusión mayor.
La primera víctima fue China, aplastada por un
contundente 82-57, y le llegó la hora a Nueva Zelanda, aunque en ese caso por
una diferencia mucho más corta (4 puntos). Esos triunfos la llevaron a los cuartos de
final como la tercera mejor selección.
En cuartos, Argentina se enfrentó a Grecia, el equipo que competía en suelo propio y que contaba con 19.000 "jugadores extra" en el público. Pero la ventaja de ser local no fue suficiente para detener a Argentina, que llegó a semifinales.
“Mañana vamos a ganarle a Estados Unidos”,
fueron las palabras que resonaron en el vestuario de Argentina tras su victoria
ante Grecia. Sin embargo, ganarle a Estados Unidos parecía más una utopía que una
realidad. Aunque Argentina ya lo había superado en la copa del
mundo dos años antes, en aquel momento ni estaban luchando por una medalla ni
estaban disputando los Juegos Olímpicos.
Aunque este triunfo ante Estados Unidos
fuera el más grande en la historia de Argentina, el colombiano aún tenía que
ganar la final. Y está vez no fallaría. Venció a Italia por un arrollador 84-69
para conseguir la medalla de oro.
El ADN de lo que acabó llamándose la
Generación Dorada fue la unidad y amistad entre todos los miembros del equipo.
Sin embargo, en la pista un nombre se destacó sobre al resto: el de Emanuel Ginóbili.
Manu anotó 142 puntos en ocho partidos en Atenas 2004, con un promedio de
19.4 puntos por un partido. Al final del torneo fue nombrado MVP.
Cuando se retiró el 2018, Ginóbili era el
sexto máximo anotador en la historia olímpica (523 puntos en 29 partidos). Luis
Scola, el segundo máximo anotador de Argentina en Atenas 2004, fue el jugador
del torneo que más tiros de campo anoto (57), por delante de estrellas como Yao
Ming o Pau Gasol; y fue el segundo en hacer más rebotes ofensivos (20), solo
por detrás de Tim Duncan.
Cuatro años después de Atenas, Argentina
demostró que la Generación Dorada seguía siendo un equipo a batir, ya que logró
la medalla de bronce en Pekín 2008. A esto me siguió un cuatro puesto en
Londres 2012.
A día de hoy, solo tres jugadores del
equipo de Argentina 2004 siguen jugando profesionalmente: Walter Hermann, que
milita en un equipo local; Carlos Delfino, que juega para la VL
Pesaro de la Liga Italiana; y Luis Scola que también forma parte de la Liga
Italiana, de la mano del Pallancanestro Valese.
La gala de premiación en Atenas 2004, con
la bandera argentina en lo más alto -relegando a la de Estados Unidos un par de
escalones por debajo- significó la confirmación de un grupo de jugadores que,
nacidos basquetbolísticamente décadas atrás, se encargaron de romper los moldes
para construir un nuevo mapa deportivo a lo largo y a lo ancho del mundo.
Dos jornadas tan inolvidables como
infrecuentes. Una caída del sueño americano puede sonar a mala noche, pero dos
en un plazo de tiempo tan corto -sólo dos años de diferencia- llevaron a pensar
que Argentina había encontrado la llave para abrir la caja blindada que se le
negaba al mundo.
“Yo creo que la generación nuestra, la
camada del 76/77, empieza con un protagonista muy importante que pocos
reconocen al día de la fecha, y es Guillermo Vecchio. Es una persona que ha
quedado un poco en el olvido, supongo que por errores de manejo que le trajeron
problemas con la prensa y con algunos jugadores. Pero yo creo que él es quien
encuentra un grupo de jugadores jóvenes con talento y cambia por completo la
mentalidad de este grupo. Pasa a hablarnos de poder ganar campeonatos, de
sacrificio, de NBA, de jugar en Europa. En otras palabras, nos hace creer que
es posible, que hay chances de algo más. Recuerdo que a él en su momento lo
tacharon de loco porque hablaba de podios y hoy por hoy no escucho mucha gente
que esté diciendo que tenía razón. Al fin y al cabo él es quien nos recluta en
cadetes y juveniles, forma el núcleo grande de esta generación y luego suma
algunos jugadores como Montecchia, Sconochini (Hugo) y Wolkowyski (Rubén)”,
señaló Pepe Sánchez, base titular del equipo campeón olímpico, al ser
consultado por el origen de esta selección única e irrepetible.
No existe una fecha de corte para saber
cuándo nació exactamente este equipo, porque muchos hablan del despertar del
gigante en el Premundial de Neuquén 2001, con un título ganado sin perder
partidos. Pero sí se puede decir qué tenía de diferente respecto a los demás.
Tenían la fisonomía de un plantel europeo, con mucha rotación y mucha actividad
defensiva. El juego sin pelota fue la gran diferencia respecto a equipos
anteriores, porque se comenzó a entender que a partir de la construcción de la
muralla luego se iba a desprender el ataque como una cuestión natural, como un
organismo vivo que reacciona a los impulsos lógicos de la naturaleza.
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